El último debate del oficialismo en TVN, expuso una coalición oficialista preocupada de marcar distancias entre si.
Superando 1 millón de espectadores, los precandidatos —Carolina Tohá, Jeannette Jara, Gonzalo Winter y Jaime Mulet— protagonizaron un pulso marcado por desafíos recíprocos. Más que un intercambio de ideas, lo que se observó fue una muestra de debilidades y de cohesión.
Lo que debía ser un hito para el oficialismo: una instancia donde los precandidatos podrían evidenciar capacidad de liderazgo, madurez política y claridad de visión. Se convirtió en un espejo incómodo, que reflejó las grietas internas de una coalición no unificada. La ex ministra del interior cuestionó el comportamiento del P.C durante el proceso constituyente, acusando de aliarse con la Lista del Pueblo.
En contraposición , la abanderada oficial comunista respondía con firmeza, enfatizando que no puede cargar la responsabilidad a un solo sector y que el proceso fallo por diversos sectores, además acusó Toha de evadir a la autocrítica y de no hacerse cargo de la desconexión del Ejecutivo con algunas demandas sociales.
Este tipo de confrontación, si no va acompañada de propuestas concretas, deteriora la credibilidad del oficialismo. La ausencia de acuerdos en políticas clave, como seguridad o migración, dejó la sensación de una coalición que debate sobre sí misma, por sobre el país.
Tiempos de desafección ciudadana, la dificultad en construir una mirada común no sólo decepciona: es peligrosa. El pueblo ya no se conforma con pronósticos; exige rutas claras y en ese recorrido, la alianza no logró convencer.
A prueba: Dictadura versus Democracia
El tema de los regímenes en Cuba y Venezuela sigue siendo una piedra incómoda en el zapato de la izquierda, durante los encuentros oficialistas, las diferencias entre Carolina Tohá y Jeannette Jara quedaron evidentes. Tohá fue enfática en distanciarse de ambos
gobiernos, reconociendo que “en democracia no puede haber presos políticos”. Su postura fue clara: la defensa de la democracia no puede ser selectiva ni complaciente. Por su vez, Jeannette Jara optó por calificar a Cuba y Venezuela como dictaduras, refiriéndose a la isla como una “democracia distinta” y amparándose en un discurso de autodeterminación y respeto entre pueblos.
Pero ese relativismo no sólo la distancia del sentir mayor de la ciudadanía, sino que debilita la credibilidad democrática de su sector, no se puede defender la democracia en casa mientras se relativiza cuando conviene. Esta ambigüedad daña a la izquierda, que necesita con urgencia renovar su relato democrático con coherencia. Porque si no se puede llamar dictadura a lo que lo es, entonces, ¿con qué autoridad moral se puede defender la democracia en Chile?
Ausencia de proyecto integrador
El debate dejó en evidencia la división del oficialismo: el Frente Amplio, el Partido Comunista, el Socialismo Democrático y el regionalismo representado por Jaime Mulet tienen agendas y bases sociales distintas. Esto no sería problema si existiera un programa común que ellos se comprometieron a defender. Pero en el canal estatal quedó claro que eso aún no existe. Las diferencias no solo son de estilo o de enfoque; son estructurales, y siguen sin zanjar.
Migración: tema quedó al debe
El tema migratorio, uno de los más sensibles para la ciudadanía, fue tratado con generalidades. Jara mencionó regularización, Tohá defiende avances en control fronterizo, y Winter pidió empatía. Pero nadie expuso un plan integral: ¿qué se propone en términos de
integración laboral, vivienda, salud o educación para personas migrantes? En seguridad pública, tampoco se ofrecieron rutas legislativas claras. Todo se quedó en la superficialidad, en un contexto donde la población exige profundidad.
Oportunidad perdida frente al electorado
El encuentro fue una oportunidad para dar señales de madurez política, mostrar liderazgo del bloque gobernante frente a una ciudadanía que observa con incredulidad, pero el resultado fue lo contrario: la fuerza oficialista “Unidad por Chile” se mostró dividida, sin plan
común, sin fuerza de gobernabilidad. En lugar de ganar confianza, los candidatos mostraron que aún están lejos de ofrecer una alternativa de continuidad sólida. La derecha no necesitó intervenir: él oficialismo se desacredita sólo, en pantalla abierta.
El desafío que tienen por delante no serán las primarias, sino construir un relato unificado y coherente que transforme las
tensiones internas en una plataforma sólida. Si no lo hacen, el lema “Unidad por Chile” que muestra más división que fusión, quedará como un eslogan vacío, mientras el electorado migra hacia propuestas que demuestren acción en su discurso.
