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Ruidosa Fest: la historia de Amanda y el poder transformador de la música feminista

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Una industria que suena diferente

Desde su primera edición en 2016, Ruidosa Fest se ha convertido en un punto de inflexión dentro de la cultura musical latinoamericana. Fundado por la cantante y activista Francisca Valenzuela, el festival nació con una premisa clara: construir una industria musical más equitativa, diversa y libre de prejuicios de género. Ocho años después, su eco resuena con más fuerza que nunca.

Lo que comenzó como un encuentro local entre artistas, creadoras y activistas en Santiago, hoy es un movimiento transnacional que combina música, reflexión y comunidad. Según el portal ChileCultura, la iniciativa ha desarrollado festivales, talleres, conversatorios y contenidos digitales en distintos países, visibilizando la brecha de género y promoviendo nuevas oportunidades laborales para mujeres y disidencias.

En 2021, en plena pandemia, el festival dio un salto digital con Ruidosa M.A.D (Micrófono Abierto Digital), reuniendo a más de 100 voces de toda Latinoamérica y a 2.000 personas conectadas de manera gratuita. “Fue una instancia inclusiva, internacional e innovadora que permitió que muchas artistas participaran por primera vez de una vitrina regional”, señala ChileCultura.

Entre las participantes destacaron Javiera Parra, Lido Pimienta, Camila Moreno, Flor de Toloache, Vanessa Zamora y Renee Goust, quienes compartieron escenario virtual con nuevas voces de México, Perú y Puerto Rico. Las más de cuatro horas del show siguen disponibles en el canal de YouTube de Ruidosa, como testimonio de una comunidad en expansión.

El regreso al Parque O’Higgins: dos días de energía y diversidad

Tras la etapa digital, Ruidosa Fest volvió a los escenarios presenciales con una edición que marcó un antes y un después. El evento, realizado en el Parque O’Higgins de Santiago, reunió a más de 30 mil asistentes.

Por primera vez, el tradicional espacio capitalino acogió dos jornadas de conciertos, ferias, activaciones y conversatorios protagonizados por mujeres diversas y disidencias, en un ambiente familiar, libre y festivo. “Fue una fiesta musical al ritmo femenino y de la diversidad”, describió la revista, destacando la impecable producción y la energía que creció con cada presentación.

En los escenarios principales se mezclaron artistas consagradas y emergentes. Entre ellas, Bailarllorar, DJ Polach, Mariana Montenegro, BABYV4MP, Gowosa y Popola Clab, además de un espacio para la comedia femenina, con presentaciones de Pamela Leiva y Paloma Salas.
El Teatro La Cúpula fue sede de los conversatorios, donde mujeres de distintos ámbitos compartieron sus experiencias de vida, maternidad, activismo y arte. En paralelo, el parque ofreció zonas de descanso, foodtrucks, ferias de emprendimientos y servicios de autocuidado.

Un micrófono para todas

Lo que distingue a Ruidosa Fest no es solo su cartel de artistas, sino su visión política y social. Desde su fundación, Francisca Valenzuela ha insistido en que la música puede ser una herramienta de transformación. “No queremos solo estar en el escenario, queremos cambiar quiénes están detrás de él”, ha dicho en diversas entrevistas.

El festival propone un nuevo paradigma: que las mujeres y disidencias no sean excepciones, sino protagonistas de la escena cultural. En cada edición se integran talleres, espacios de conversación y contenidos digitales que buscan deconstruir los estereotipos del entretenimiento.
De hecho, Ruidosa cuenta con Ruidosa Radio, un podcast reconocido por Spotify en el Latinx Heritage Month y su iniciativa EQUAL, por su aporte a la visibilización de artistas latinoamericanas y a la desmitificación de los procesos creativos con perspectiva de género.

La apuesta ha sido exitosa. Lo confirma la cifra de 30 mil asistentes en su regreso presencial y la expansión del proyecto hacia otros países de la región. Pero más allá de los números, lo relevante es la red de apoyo y empatía que ha surgido entre las asistentes.

Más que un festival, una comunidad

“Ruidosa no se trata solo de escuchar, sino de sentirse escuchada”, resume una de las asistentes al evento. Esa idea se repite entre quienes han encontrado en el festival un refugio donde el arte y el feminismo conviven sin fronteras.

La experiencia trasciende el espectáculo musical: es también una instancia de sanación colectiva, de reencuentro y de afirmación identitaria. La atmósfera de sororidad y respeto es palpable, especialmente entre madres, hijas y jóvenes que llegan a vivir juntas una jornada de libertad.

En el espacio de ferias y activaciones, distintas organizaciones feministas presentaron sus iniciativas sobre educación sexual integral, salud mental, derechos reproductivos y cultura. También hubo puestos de emprendimientos liderados por mujeres y zonas para la niñez, lo que reafirmó el carácter inclusivo del festival.

El poder de la representación

A lo largo de los años, Ruidosa Fest ha demostrado que la representación importa. Ver a mujeres y disidencias en todos los espacios —desde el escenario hasta la producción técnica— redefine lo que significa pertenecer a la industria musical.

El evento también ha servido de plataforma para artistas emergentes, que encuentran en Ruidosa un espacio seguro para mostrar su trabajo. La diversidad de géneros, estilos y lenguajes es una de las marcas registradas del festival: hay pop, rock, trap, cumbia, electrónica y spoken word, todos con un denominador común: la autenticidad.

Además, el enfoque educativo del proyecto ha impulsado conversaciones sobre temas urgentes como la igualdad salarial, el acoso en la industria cultural y el liderazgo femenino. Cada edición de Ruidosa no solo amplifica voces, sino que reconfigura el espacio público desde una mirada feminista y latinoamericana.

Amanda: una historia que da sentido a la fiesta

Entre los miles de rostros que llenaron el Parque O’Higgins, uno tiene una historia que resume el espíritu del festival. Amanda, de 39 años, viajó desde Osorno con su hija de 12 años para asistir al Ruidosa Fest. Enfermera clínica en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales en un hospital, madre de dos hijos —uno diagnosticado con TEA— y parte del Comité de Duelo Gestacional y Neonatal, Amanda encarna la fuerza silenciosa de muchas mujeres chilenas.

“Me enteré del Ruidosa porque sigo hace años a la Fran Valenzuela. Amo su música, y cuando anunció que lo haría nuevamente no dudé en comprar las entradas en verde”, cuenta. Para ella, el evento fue mucho más que un concierto: “Decidí llevar a mi hija para que se empape de amor, tolerancia y diversidad. Creo que el ejemplo lo es todo”.

Su historia está atravesada por decisiones valientes. “Soy la primera mujer en mi familia que se divorcia. Todos muy conservadores. Lo hice por mis hijos; no quiero dejarles el legado de mantener un matrimonio sin amor”, confiesa. Esa búsqueda de autenticidad —tan presente en el discurso del festival— también transformó su manera de ejercer su profesión: “Ya no veo madres sufriendo desde lejos. Empatizar con ellas genera una atención más cordial, más humana. Siento que la empatía también es una forma de activismo”.

Para Amanda, la música fue un refugio. “Las canciones de la Fran me ayudaron mucho en mis procesos personales”, dice emocionada. Su testimonio refleja cómo Ruidosa Fest trasciende el espectáculo y se convierte en una experiencia personal y colectiva de empoderamiento.

Un legado que sigue creciendo

El éxito de la última edición confirma que Ruidosa Fest no es solo un evento musical: es una plataforma cultural que redefine el feminismo contemporáneo en Chile y América Latina. Su capacidad para conectar arte, educación y activismo lo convierte en un referente regional.

Con cada versión, el proyecto sigue ampliando su red y su propósito. Como señala Francisca Valenzuela, “Ruidosa es un espacio para imaginar y construir juntas un futuro más justo, diverso y sonoro”.

Ese futuro ya comenzó: se escucha en las voces que se alzan desde los escenarios, pero también en historias como la de Amanda, que encuentran en la música una forma de resistencia cotidiana y de amor.

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